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FEMME-SAPPIENS

2 Nov

(Una apreciación sobre la vanguardia femenina francesa en los 70′s.)

Como otras  variantes de la música moderna surgida en la segunda mitad de la década del 60 Francia ha sabido utilizar estilísticamente la música en favor de una evolución de su propia cultura alternativa. Quizás, sobre todo, el fenómeno que más se me hace notar, es aquel cargado de esa  fuerza vital y sobrenatural que han sabido utilizar las mujeres en la vanguardia musical de ese tiempo. Resulta raro que paralelamente se centraba la atención comercial en artistas femeninos de emociones obvias, posiblemente impulsadas por encontrar un público complaciente, pero que poco hicieron por involucrarse con una corriente musical más radical.

En Francia, se sabe que en las calles se estaba viviendo una vida agitada, los grupos revolucionarios y contestatarios eran de una formación intelectual bastante brava, ya que el ambiente universitario estaba en su punto de encuentro interdisciplinario donde el campo de la filosofía y el arte estaban brotando de manera desbordante. Por otra parte, la cultura bohemia: siempre fue la nación predilecta para la bohemia intelectual, donde la poesía, el exceso y la pasión por encontrarle un sentido a la vida se han volcado en las obras clásicas francesas, así como estas han influenciado al aspecto artístico y estilístico de su cultura.

Este capítulo está dedicado a las mujeres que fueron líderes de un “movimiento” que supo mezclar tantos estilos de música  y al mismo tiempo lograr  una ideología cargada de un sentimiento de carácter libertario y contestatario que merece mención en cualquier manual de música moderna.

La primera mujer que hare mención será Brigitte Fontaine, no por nada en especial, sino por el hecho de que su carrera ha sido la más prolífica y prolongada. A lo largo de su trayectoria ha sabido emplear estilos tan versátiles como el rock and roll, el folk, el jazz, la electrónica, la poesía narrada y ritmos de alrededor del mundo. Desde sus 17 años que Brigitte Fontaine  se mudó a Paris para comenzar su búsqueda artística como actriz. Fue durante la primera mitad de los años sesenta mediante la  asociación con otro gran talento de la bohemia francesa como Jacques Higelin que impulsó su interés por la música, juntos participaron en la obra teatral “Maman j’ai peur” (Mamá, tengo miedo) y grabaron sus primeros simples en el estilo de chanson francesa de la época. A través de Higelin se pondría en contacto con el músico que la acompañaría a lo largo de casi toda su carrera, Areski Belkacem. Más conocido simplemente por “Areski”, el multiinstrumentista de descendencia Argelina de Kabyl, se acopló al genio de Brigitte Fontaine desde un primer momento. Luego de que Brigitte lanzara su disco debut “Brigitte Fontaine est Folle” (Brigitte Fontaine está loca) genialmente arreglado por Jean Claude Vannier y un segundo disco que fue realizado con la ayuda del grupo de Free-Jazz, The Art Ensamble of Chicago durante su período de residencia en Francia. La dupla Brigitte Fontaine & Areski grabaría su primer trabajo para el sello Savarah: “L’incendie” (El Incendio), en el año 1971. Con una fuerte carga folklórica y mezclando unas buenas dosis de variados estilos tradicionales, demostraron tener una habilidad y un riesgo bien acertado para trabajar conjuntamente. Le continuaron un disco homónimo, “Brigitte Fontaine” de 1972, “Je ne connais pas cet homme” de 1973, “Le Bonheur” de 1975 y en 1977 sacarían su disco más conocido “Vos et Nous”, esta obra representaría a través de sus 71 minutos, la culminación de su embarcación musical, navegando a través de todos los recursos expresivos y sonoros de su no tan larga carrera, llenan su asombrante contenido canciones políticas como “Patriarcat” que ya hace pensar en el disco como una pieza única de electrónica, donde el Trip-Hop encontrará su referente más directo (junto a los primeros trabajos de la norteamericana Annette Peacock), también canciones como “je suis venu te voir” y “Dans va Rue”,  sugieren un tributo al  músico e investigador Barney Wilen. Un disco más que obligatorio en la discoteca personal, ya que su variedad es tan grande y tan bien combinada que lo vuelve esencial a todo el que sepa apreciarlo.

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Alrededor de la misma época en que Brigitte Fontaine comenzó a lanzar discos que combinaban elementos de música francesa con un sonido más extremo, otra artista tomaba ese mismo camino, pero con intencionalidades más oscuras. Catherine Ribeiro nació en 1939 en el seno de una familia clase media de inmigrantes portugueses, se dedicó a la actuación donde pudo conseguir un rol en la película “Los Carabineros” de Jean Luc Godard en el año 1963, fue durante este período que conoció a Patrice Moullet, quien se convertiría en su marido y quien elaboraría los conceptos musicales de su futura banda Alpes, que acompañó a Catherine gran parte de su carrera. El carácter vocal de Catherine Ribeiro y el espíritu de búsqueda sonora que exploraba Moullet en ese tiempo, estaba ligado a la música contemporánea y el primitivismo minimalista que había encontrado su punto de encuentro entre la música folklórica y la vanguardia más radical.

Impulsada por los aires de liberación de esa época, Catherine Ribeiro insidió en utilizar su poderosa voz para plasmar su lado más oscuro y traumático, pero sin perder ese anhelo de liberación total que expresaba a través de sus composiciones, poderosas y abstractas, de un carácter cuasi-demencial, susurrante y erótico por momentos, transportándose a ronquidos y gritos realmente provocadores y proclamas manifiestas como una poetisa dionisíaca.

El primero de sus discos salió en el año 1969, la banda que la acompañó por entonces “2 bis” estaba compuesta por los guitarristas Portugueses Pires Moliceiro, Isaac Robles Monteiro y Moullet. Sería ya para el segundo disco titulado simplemente “N.2″ que la banda liderada por Patrice Moullet, multinstrumentista (guitarra, órgano, percusión y distintos elementos electrónicos) y único miembro estable, cambiaría su nombre a “Alpes”. El eclecticismo que funcionaba en el conjunto queda plasmado en la discografía que se expande desde el año 1969 hasta el año 1975 con el disco “(Libertés?)”, donde de algún modo quedó afirmada su concepción musical, a través de discos como “Ame Debout” (Espíritu Honrado) de 1971, “Paix” (Paz) de 1972 y  “Le Rat Debile et l’Homme des Champs” (La rata debilitada y el hombre campestre) de 1974 Catherine Ribeiro junto con Alpes ha sabido explorar los confines de la canción romántica, en el sentido heroico de la palabra.

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También hija de padres que inmigraron a Francia (madre italiana y padre polaco) Béatrice Tékielski nace en Avignon en 1943. Desde muy temprana edad se interesa por el floreciente movimiento de la Chanson francesa, pero es con el descubrimiento del artista Leo Ferré (de ideología plenamente libertaria y uno de los más destacados poetas de su tiempo) que Béatrice decide dedicarse de lleno a la música. En el año 1971 saca su primer trabajo discográfico “Je cherche un pays” muy en la línea de artistas que se situaban en el circulo más comercial de su época. Es para el año 1977 que firma un contrato para sacar dos discos en vivo “La Folle”(La loca) y “Faudrait rallumer la lumière dans ce foutu compartiment”(Haría falta prender la luz para ver este portarretrato), para entonces había cambiado su nombre a Mama Bea Tekielski (ya que su estilo vocal referenciaba a las “Mamas” bluseras de norteamerica), es con estos trabajos que logra capturar la atención de los críticos musicales, que definen su música dotada de lo infernal del rock, lo fantasmagórico del Blues, y el estilo scat que surgía de su interés por el Jazz. Los elementos que más destacan  es el estilo progresivo en su música, donde por momentos es cargada por ritmos sincopados, Sintetizadores maliciosos y bases obsesivas en las guitarras que también rellenan los espacios con solos  bastante virtuosos. Uno de sus mejores aspectos, que indudablemente va unida a su música son la malicia de sus letras, de un carácter autofóbico que hace sentir su clamor como una desdicha identificable con uno mismo:

Peso el peso del miedo

Qué me tiene despierta, por la noche,

Los miembros atiesados bajo la sábana

Como una baldosa de hormigón

Los ojos torneados al interior,

Preguntándome quién soy!”

A partir del año 1978 Mama Bea fue reconocida por varios premios en algunos países de Europa, y también hizo una muy elogiada presentación en el teatro Olympia de Paris. El  crítico Juan Alary de  la revista Sono escribió: ” Mama  es un verdadero ” bebé robot ” cuyo cerebro ” positronique ” amorosamente ha sido programado a partir de las rabias y las ternuras de Janis Joplin, Tina Turner, Léo Ferré, Colette Magny, Arthur Rimbaud…”

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Por último haré referencia a una mujer que de alguna manera fue la matrona que había llegado primero a la escena musical y la que se arriesgó de manera más abrupta, Colette Magny. Comenzó haciendo versiones de temas de blues con el mismo afán ideológico norteamericano de igualdad de derechos y con una  carga fuerte de socialismo. En el año 1967 graba el  disco “Vietnam 67″ donde manifesta su posición frente a los conflictos de la época. Siempre con su figura de Mujer revolucionaria, es ya en el año 1970 que publica su disco “Feu et rythme” que empezaría una seguidilla de obras conceptuales, de carácter vanguardista, en el cual su estilo  se hace tan cargado de emoción que es difícil llevar a cabo su explicación, uno mismo tendría que escucharlo para saber. La instrumentación varía de disco en disco, en “Répression” de 1972 utiliza mayormente un ensamble de Free-Jazz donde se duplican los contrabajos  y el ritmo se descontractura. Luego en su obra conceptual “Transit” de 1975, la instrumentación corresponde a un ensamble moderno que padece la histeria de este disco.

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Es entendido que Colette Magny nunca fue reconocida por medios Radiofónicos, ni por la televisión francesa, lo mismo ha ocurrido con las otras mujeres mencionadas en este artículo, quizás sea por algún tipo de obviedad ideológica en sus figuras que resultaría un catalizador para la juventud francesa, sin embargo su reconocimiento es pleno en las mentes que logran abrazar su musicalidad Dionisíaca.

                                                                            por Christian Colangelo