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¿MK-Castaneda? (parte 2)

8 Ene

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Un ejercicio especulativo. Este artículo apareció en el fanzine Le Mutant Diplomatique, en un número monográfico dedicado a la figura de Carlos Castaneda. El autor agradece a Drew Hempel sus aportes bibliográficos.

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por El Reverendo JFK Tadeo

Bien, ¿dónde nos deja todo ésto con Castaneda? Podríamos especular que podría haber tomado parte en algún experimento en la UCLA e incluso haber sido sujeto de algún programa tipo “candidato manchuriano”. Sin embargo, el control al que se le habría —hipotéticamente— sometido no habría sido total, y le habría dejado un amplio margen para interpretar su desestabilizador papel de bufón cósmico. Del mismo modo, el hecho de que las agencias de inteligencia se hubiesen puesto en contacto con fuerzas ocultas no significaría necesariamente que las acabasen canalizando de forma efectiva. Jeff Wells hace una interesante reflexión a este respecto en Rigurous Intuition: «dudo que existan grandes magos en el Pentágono. Lo que me imagino, sin embargo, es a una panda de sociópatas mierdosos jugando con el Necronomicón y pensando que tienen el poder porque algo parece funcionar, pero sin comprender el por qué ni si eso podría ser algo malo». En la misma línea argumenta George Hansen en The trickster and the paranormal señalando que «cuando las agencias de inteligencia juegan con lo paranormal y lo mitológico, en realidad tienen poca idea de dónde se están metiendo. El contacto con poderes sobrenaturales puede provocar problemas a la hora de distinguir realidad y fantasía (…) Históricamente, muchos de los grupos que intentaron entablar una relación con los fenómenos paranormales se volvieron inestables. Hay pocas razones para pensar que los proyectos secretos del gobierno escaparían a dicho sino».

Éste es sin duda un escenario más ambiguo: el de un inevitable estallido de un tipo de consciencia pre-industrial —el “renacimiento de lo arcaico” de que hablaba Terence Mckenna— permeando todas las capas sociales, y que estaría intentando ser manejado/canalizado por los organismos de poder, quienes en vez de imponer un tipo de control más directo que habría puesto de manifiesto sus temores, reaccionarían de forma más discreta —y por lo tanto más imperceptible. En este escenario Castaneda aparece no como una víctima directa de las manipulaciones de la élite, sino más bien como un peón de lo que Laura Nader llamó el “factor fantasma”: el fluido, casi espectral reclutamiento y la reforma sutil de los antropólogos destinada en último término a mantener su red de proyectos e inteligencia.

Factor fantasma

En “Revisiting ‘Magical Fright’”, el profesor Bruce Lincoln da cuenta de cómo podrían funcionar estos mecanismos. Su argumento versa sobre el trabajo del antropólogo John Gillin, quien publicó en 1948 el primer informe sobre una ceremonia de sanación por pérdida de alma en Guatemala. Tras revisar notas no publicadas de Gillin y compararlas con las de su ayudante, Lincoln llega a la conclusión de que, aunque ciertamente meritorias, las investigaciones de Gillin vienen distorsionadas por su propia visión del mundo —en otras palabras, éste estaría «acostumbrado a ver lo que quería ver». Su propio sentimiento de auto-importancia resaltaría el papel central del curandero como figura de la resistencia indígena en el país —cosa que a su vez resaltaría su papel de investigador, aunque la realidad era que los curanderos eran vistos por los indígenas como sospechosos de colaboracionismo. Al compararse las notas de Gillin con las de su ayudante se demuestra que el antropólogo llegó a autocensurar sus informes. La misma visión parcial llevaría también a infantilizar a la paciente, obviando las dinámicas de género de su situación sociopolítica —de las cuales habría derivado su “pérdida de alma”.

El pensamiento de Gillin fue tomando tintes faustianos en los siguientes años, abogando por la creación de un nuevo estilo de investigación que sistematizaría a escala nacional el estudio tanto de las élites locales como de las comunidades de campesinos, y de hecho fue enviado a otros seis países en donde operaba la United Fruit Company para realizar peritajes para tal fin. La United Fruit Company mantenía estrechos vínculos con la CIA —el hermano de Allen Dulles trabajó allí como abogado jefe corporativo— y fue la amenaza hacia el monopolio agrícola de la compañía por parte del gobierno de Jacobo Árbenz lo que instigó el golpe de estado de 1954 —planificado por la CIA— en Guatemala. Para entonces, Árbenz ya había rechazado los planes de investigación de Gillin, quizás sospechando que podrían formar parte de una estrategia de infiltración por parte de los norteamericanos. Las notas autobiográficas de Gillin revelan que sus estudios fueron financiados por la Carnegie Corporation, siendo su contacto con la misma John W. Gardner, también involucrado en el pasado con la OSS —la precursora de la CIA— y clave en el establecimiento de otros centros de espionaje encubierto durante la Guerra Fría como el Russia.

Research Center

¿Podría haber sido promocionada la figura de Carlos Castaneda desde el poder? Recientemente se ha sabido que ésto de hecho sucedió con el movimiento artístico del expresionismo abstracto. Del mismo modo que la anti-antropología de Castaneda, el expresionismo abstracto también iba en contra de los valores establecidos, y sin embargo y paradójicamente recibió de la CIA abundante financiación. El objetivo, según el artículo de voltairenet.org “La CIA, mecenas del expresionismo abstracto” sería «mostrar la creatividad y la vitalidad espiritual, artística y cultural de la sociedad capitalista en contraste con la monotonía de la Unión Soviética y de sus satélites». Castaneda fue bautizado como “el abuelo del movimiento de la Nueva Era” por la Time Magazine, la misma publicación que le dedicara su portada en 1973 y que contaba entre sus filas con Henry Luce —miembro de Skull & Bones y que había participado en otras operaciones de la inteligentsia anticomunista— o con C. D. Jackson, anterior jefe del departamento de Guerra Psicológica de los EEUU. Sin embargo, y como declara el ex-agente de la CIA Donald Jameson en el artículo de voltairenet.org: «claro que no los artistas no estaban al corriente de nuestro juego. Hay que excluir que gente como Rothko o Pollock supiesen nunca que estaban siendo ayudados desde la sombra por la CIA, que sin embargo tuvo un papel esencial en el lanzamiento de ellos y en la promoción de sus obras. Y en el vertiginoso aumento de sus ganancias». Desde luego podría haber ocurrido lo mismo con Castaneda.

Hechizos solipsistas

Si el objetivo de las élites habría sido crear un movimiento espiritual en último término solipsista y positivista con el fin de pacificar a sus seguidores, la propia filosofía de Castaneda podría haber servido a sus intereses. Como él mismo admite en una entrevista:

«[…] cuando conocí a don Juan, estaba imbuido de ideas sobre la reforma y la injusticia social. En realidad, creía que podía ser útil política o ideológicamente desde un punto de vista clásico. El rebelde que tira bombas y que quiere la revolución. Don Juan acabó con toda esa afiliación mía. Me dijo: “Mira, si hay alguien entre los dos que debe quejarse, soy yo, soy yaqui, indio” Creía que él tendría que quejarse y no yo. Al final, los yaquis no me interesan en tanto que tales, porque interesarme por ellos significaría dejar de lado una idea más importante: la salvación del individuo.»

Dejando de lado las connotaciones judeocristianas de “la salvación del individuo”, la posición individualista de Castaneda puede entenderse como reaccionaria, aunque también puede que filtre la sensibilidad de las sociedades tribales. En este sentido, señala Robert Anton Wilson, «el chamán asume, incluso transmite, ciertos valores que son tribales y ecológicos y que casi inevitablemente se tiñen de anarquía: el “todo está permitido” de Hassan i Sabbah, el notorio “haz lo que quieras, será la ley” de Crowley, o el “no puedes hacer nada bueno hasta que te sientas bien” de Abbie Hoffman. La tribu está descentralizada y es radicalmente individualista (compárese con  la máxima de los indios Cherokee “Ningún hombre debería ser obligado a hacer algo que va contra su corazón”». Sin embargo, el factor comunitario se halla ausente en los libros de Castaneda, y en la misma entrevista citada más arriba él mismo da cuenta de ésto:

«Yo, como individuo, no como elemento cultural, entendí las enseñanzas de don Juan de la mejor manera posible, en mi propio interés. Dejé de lado todo lo que significaba una posición social. Es una de las críticas que me hicieron la noche de la conferencia de prensa. Consideraban que don Juan no era un chamán, en el sentido de que no tenía ninguna función social.»

Ésto contrasta fuertemente con la visión que ofrece Jeff Kripal en Autores de lo Imposible acerca de la interrelación del chamán con su grupo: «muchos chamanes han proclamado que no pueden acceder a sus poderes mágicos sin la presencia de un grupo. Y del mismo modo, el grupo social es contínuamente influido por la presencia y los rituales dramáticos de los chamanes. Juntos, la psique del chamán (…) y el grupo cultural se erígen recíprocamente». Se ha hablado del poso machista de la personalidad de Castaneda, y puede que ésto impregnase su concepción del chamanismo. Si nos atenemos a lo que Karen Vogel expone en su ensayo “Female Shamanism, Goddess Cultures, and Psychedelics”, el componente femenino dotaría a la práctica del chamanismo de este equilibrio con la comunidad:

» […] el chamanismo como actividad comunitaria es especialmente visible en el caso del chamanismo femenino. Bonnie Glass-Coffin explica las tradiciones sanadoras femeninas con el término coesencia: «La coesencia, en contraste con la trascendencia y la inmanencia, no localiza el poder chamánico y la energía espiritual a la que se conectan los chamanes ni dentro ni fuera de los límites de este mundo. En lugar de esto, la coesencia implica que dicha energía fluye entre los mundos. Cuando la chamán accede a esta fuente de poder, ni está trascendiendo dicotomías ni está sanando “en representación” de sus pacientes. Lo que hace es facilitar un reestablecimiento del flujo energético entre el espíritu y la materia, entre el indivíduo y el grupo, entre la chamán y el paciente. El poder chamánico y el viaje chamánico son, por lo tanto, inherentemente relacionales».»

En este sentido, la visión del chamanismo de Castaneda/don Juan habría cartografiado un territorio que no tiene por qué ser inválido, pero que se hallaría desconectado en último término de su entorno social y por lo tanto carecería de una utilidad práctica. O como explicaba Jerry Mander en una entrevista:

«[…] muchos de los proponentes de la Nueva Era afirman festejar a los indios, aunque solo festejan verdaderamente lo que ellos piensan que es el misticismo indio, sin apreciación alguna de donde viene éste, de como se halla enraizado en la comunidad, en la Tierra y en el igualitarismo. Su interés en la espiritualidad india no da importancia a la situación política que los indios enfrentan en este planeta. Si el conocimiento de los nativos va a ser preservado, uno debe involucrarse políticamente para ayudarlos. Y la gente de la Nueva Era no está interesada en ello; están interesados en leer por encima lo que consideran lo enjundioso —los aspectos místicos, los rituales de peyote o quizás el arte. Se trata simplemente de autoindulgencia orientada hacia el ego, hacia el engrandecimiento personal. Es políticamente de derechas y muy contraproducente para los ideales de un mundo sostenible y de una consciencia humana sana, dado que preserva el sistema de valores que está causando el problema.»

Conclusión

Por último, y volviendo a nuestra disquisición inicial del artículo: ¿qué movería a Castaneda a escribir una novela acerca de su rol como asesino para la CIA? Hemos hecho un examen especulativo de los diversos grados de control al que podría haber estado sometido, pero aún queda una última hipótesis que personalmente encuentro no sé si más plausible, pero desde luego sí más poética: la de que, habiendo identificado al final de su vida todas estas tendencias y siendo plenamente consciente de su influencia literaria en los países occidentales, la respuesta de Castaneda habría sido inventar de nuevo una narrativa que lo caracterizaría precisamente como un agente de estos sistemas de control.

Haciendo literal la influencia de la CIA en su persona y desvelándo a su autor como un agente doble, el libro, de haberse publicado, hubiera causado un revuelo descomunal. De haberse llegado a materializar esta narrativa nos hallaríamos de nuevo ante una jugada maestra de un consumado embaucador que, aún habiéndose descubierto preso —tanto de los mecanismos de control como de sí mismo—, continuaría utilizando el caos y la confusión deliberados como sus herramientas liberatorias preferidas.